Autor: Pierre Firens, 1651
Cuaderno de bitácora del Curso de extensión universitaria organizado por el Departamento de Antropología Social y Cultural de la UNED en el centro asociado de Las Palmas de Gran Canaria.
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1 comentario:
Desde la Antigüedad, ha sido deseo del hombre modelar al otro a su gusto, y qué mejor motivo que el amor -como si todo tipo de amor permitiera el sometimiento a las manos del escultor-amante- para dejar volar la fantasía. Pigmalión creaba a la mujer como escultura, y no como parte de una costilla, y Picolli, en una de las "perversidades" berlanguianas más dadas al onanismo, vestía a su muñeca y le daba vida a través de la saliva de sus propios pacientes. Si en otras culturas se reserva a un dios el poder de dar la vida, en la nuestra, y desde el brote cerámico que Pigmalión creaba, hemos jugado a ser dioses inventando la belleza del ser que, siendo amado por nosotros, nos reduce a Narciso en una otredad que es mismidad desde sus presupuestos.
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