sábado, 28 de marzo de 2015

Un franquismo de tebeo


 

Ilustración de Alfonso Zapico

En un bar de Managua, a comienzos de los noventa, el guionista Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953) preguntó quiénes eran los autores de unas ilustraciones que se exponían.

—Es de un grupo cubano que ya falleció —le informaron.

Al guionista le sorprendió algo —ya había ocurrido antes—, aunque la apropiación indebida no le enfadó en absoluto. Conocía íntimamente a los autores: El Cubri, el equipo artístico fundado por él mismo junto a Pedro Arjona y Saturio Alonso dos años antes de la muerte de Franco. “Entendíamos nuestro trabajo como algo en lo que el ego no importaba para nada sino que estaba al servicio de la comunidad”, rememora. La propiedad intelectual resultaba entonces un sinsentido. “En aquellos años, en cuanto sentías la menor veleidad de autoría, enseguida te recordabas, o te recordaba alguien, que eso era pequeñoburgués”, revive sin dejar claro si habla la nostalgia, la ironía o ambas a un tiempo.

Aquel trío de veinteañeros usó el dibujo y el cómic para hacer política cuando eso tenía la carga añadida de jugarse el tipo. Producían como locos. Historietas sobre muros que duraban lo que tardaba en aparecer la policía y tebeos para cuanto grupúsculo antifranquista se lo pidiese. Viñetas al servicio de todas las causas políticas, sociales o vecinales que combatiesen al régimen y a los tentáculos que aún movió a partir de 1975. Estaba en el ADN de El Cubri, bautizado en homenaje castizo a un cineasta a quien admiraban ciegamente: Stanley Kubrick. “Lo constituimos en 1973 con la intención de hacer trabajos destinados al mundo de la clandestinidad. En esos últimos años del franquismo nos convertimos en los principales antifranquistas gráficos”, señala Hernández Cava.



'General, márchese usted', de El Cubri.

Hacían política sin descuidar el arte. “Adaptamos el lenguaje pop al cómic y a la ilustración. Eso nos confirió cierta singularidad. Una de nuestras máximas era hacer panfletos de calidad”. En su libro Francografías, donde se recopilan las portadas que dibujaron para Historia del franquismo, un coleccionable de 1978 que rompía con el relato histórico de la dictadura, se despliega esa doble fuerza ideológica y creativa. La obra incluye también el que acaso sea el primer tebeo biográfico sobre Franco publicado tras su muerte: Ese hombre, difundido en la revista El Viejo Topo en 1976. Una pionera visión crítica desde dentro. El humor gráfico contra Franco, hasta entonces, circulaba ilegalmente desde Francia, donde Charlie Hebdo le dedicaba frecuentes andanadas, así como los dibujantes exiliados Andrés Vázquez de Sola y Florenci Clavé. “Aunque era frecuente”, precisa Hernández Cava, “que la gente hiciese cosas contra Franco en el ámbito privado. Por lo visto hasta Mingote tenía un dibujo”.

Unos años antes el lenguaje de las viñetas había sido puesto al servicio del régimen. Laureano Domínguez, editor de Astiberri, recuerda un tebeo hagiográfico sobre el dictador titulado Soldado invicto, que ensalzaba el furor bélico del africanista, publicado en 1969 por la editorial Rollán. “Era una constante en los tebeos del primer y segundo franquismo. En Flechas y pelayos rara vez no había una reseña, una gesta o una mención a la biografía de Franco”, señala Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), guionista de El arte de volar, multipremiado álbum dibujado por Kim, donde se retrata con maestría la generación de los derrotados de la guerra a partir de la historia real del padre de Altarriba, que se suicidó en una residencia a los 90 años. “Curiosamente, después de haber sido hagiografiado, no hay una biografía más o menos objetiva que intente resituar al personaje desde la perspectiva actual. No sé si porque Franco no resulta atractivo o porque no hay todavía perspectiva”, añade Altarriba.



Viñeta de Tyto Alba para 'El hijo'.

Lo que no ha ocurrido en estos 40 años podría ocurrir en los siguientes. El biocómic se está introduciendo en el mercado español, como antes lo ha hecho en Francia, a lo que se agrega el interés por mirar atrás demostrado por las nuevas hornadas de historietistas. En las últimas décadas se suceden las novelas gráficas que indagan en la guerra y la dictadura (El hijo, Malos tiempos, Eloy o Un médico novato, entre otros), ya sea a partir de memorias y vivencias familiares del autor o de ficciones puras. “La novela gráfica y la evolución del lenguaje del cómic ofrecen sinceridad por su mayor proximidad al relato oral, la forma original de todas las historias”, defiende Daniel Ausente, estudioso del medio, en Supercómic (Errata Naturae).

Sería incierto, sin embargo, considerar que es una tendencia de última generación. El cómic se anticipó al fenómeno de la memoria histórica con varios trabajos de Carlos Giménez (Madrid, 1941), un referente dentro y fuera de España. Paracuellos, autobiografía de los años de infancia del autor en un centro de auxilio social, transmite la atmósfera viciada de la posguerra mejor que cualquier ensayo de historia. Giménez comenzó a publicarla por entregas en 1977. El dictador había muerto, pero su sombra era alargada. “La Transición fue un tiempo intermedio. Había cierta libertad de prensa, pero los jueces te llamaban cada dos por tres. Y había una censura previa de las propias editoriales y revistas. Nadie podía ni puede presumir de democracia”, sostiene Giménez.



Una página de 'Soldado invicto'.

Prueba de ello fue el intento de suprimir en 1984 la revista Madriz, editada por el Ayuntamiento en tiempos de Tierno Galván, por una historieta de Ceesepe en la que parodiaba al dictador como un criminal llamado Superfranki. Hernández Cava era su director: “Nos costó disgustos, mil y una cargas de Alberto Ruiz-Gallardón, que era concejal de la oposición, que nos acusó de menoscabar la figura del anterior jefe del Estado”.

En adelante Franco solo inspiraría algunas obras, como Rapide!, una historia de acción que entremezcla ficción y realidad (el viaje de Canarias a Tetuán del general para sumarse al golpe de Estado) y donde Ángel Muñoz le representa como un macho cabrío. Sergio Puyol también recurrió al dictador para contar una invasión de alienígenas en Francisco y Leopoldo. Y, más recientemente, Furillo desarrolla una delirante trama, que bebe por igual del underground que del landismo, en Nosotros llegamos primero, supuesto sueño de Franco de pisar la Luna antes que americanos o rusos. Cuarenta años después de su muerte, a casi nadie molesta la parodia.

Francografías. El Cubri. Edicions de Ponent, 2006.
El arte de volar. Kim y Antonio Altarriba. Edicions de Ponent, 2009.
El hijo. Tyto Alba y Mario Torrecillas. Glénat, 2009.
Rapide! Ángel Muñoz. Edicions de Ponent, 2010.
Francisco y Leopoldo. Sergi Puyol e Irkus E. Zeberio. Apa Apa, 2013.
Nosotros llegamos primero. Furillo. Autsider Cómic, 2015.


Tereixa Constela
Vía: El País, 28/03/2015
F:http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/27/babelia/1427467306_254738.html

sábado, 21 de marzo de 2015

Rural. Crónica de un conflicto


Guión y dibujo: Étienne Davodeau
La Cúpula, 2014

Las Damas de la Peste


Guión: Javier Cosnava, Dibujo: Rubén del Ricón
Dibbuks, 2015

La crisis explicada por Mortadelo y Filemón





Portada de El tesorero, el álbum de Mortadelo y Filemón que se publica el 8 de abril

Mortadelo y Filemón han de encontrar al tesorero del Partido Papilar, que se ha fugado con los fondos de la organización. Este es el punto de partida de El tesorero, el álbum número 200 que Francisco Ibáñez dedica a estos agentes de la TIA desde que en 1969 publicara El sulfato atómico. Esta nueva historieta saldrá a la venta el 8 de abril y en la portada podemos ver que el villano se parece mucho a Bárcenas. Incluso le imita en los gestos.
No es extraño que Ibáñez parodie los problemas de contabilidad del PP. La última etapa de Mortadelo y Filemón, que comienza en los años 90, se caracteriza por usar la actualidad como marco para sus aventuras. Muchos apuntan que este apego por la realidad hace que se pierda cierta parte de la esencia de los personajes, como explicaba Nacho Carretero en un artículo publicado en Yorokobu. Pero también es innegable que estas historias llenas de chapuzas y fracasos son una de las mejores formas de explicar lo que ocurre en España. Una clara muestra son los cómics que el autor ha dedicado a la crisis: Ibáñez utiliza su humor disparatado como arma de denuncia (amable, pero certera) de la especulación inmobiliaria, los chanchullos y los recortes.
La burbuja inmobiliaria
Ibáñez vio venir antes que nadie los peligros de la especulación inmobiliaria. En El señor de los ladrillos (2004) no habla de la fiebre de las hipotecas y los bancos apenas tienen protagonismo, pero el villano es Ladríllez Peñón, un promotor con cierto parecido con Jesús Gil y Gil. Incluso tiene un caballo llamado Joroboso. Que en realidad es un camello.
Este empresario se dedica a hacer negocio construyendo edificios de la peor calidad posible, ahorrando en personal y materiales. Mortadelo y Filemón han de infiltrarse en una obra e investigar sus chanchullos, que incluyen maletines llenos de 500 euros destinados a paraísos fiscales o a convencer a concejales y viceministros de que recalifiquen el suelo a su conveniencia, incluidos los terrenos de su equipo de fútbol, el Atleti. No es la primera referencia a las corruptelas inmobiliarias en relación con el deporte: Ibáñez ya mostró en ¡Llegó el euro! (2001) la recalificación y urbanización de la "ciudad deportiva del Real Madroño", siendo uno de los primeros en escribir que estos negocietes pintaban regular.


¡Llegó el euro! (2001)
En esta última historieta también se menciona el dinero negro: la divisa única hizo necesario que la TIA intentara regularizar su efectivo. Catorce mil millones de "gastos no controlados... Sobornetes... Untadas... Politiquillos... Futesas, je, je", explicaba el Súper, que a cambio de la gestión y siguiendo uno de los chistes recurrentes de los tebeos, daba a los agentes "algo para el desayuno". En este caso, "un sobre de café en polvo y caducado".
La crisis
En Por Isis, llegó la crisis (2009), los problemas económicos llegan a la propia TIA: el despacho del Súper se ha de ceder a Frutas y Verduras Pepinez, S.A. y los agentes se ven abocados al pluriempleo, trabajando por ejemplo en la AUDI, es decir, como “apartador urbano de inmundicias”. El Súper teme que una mano negra esté difundiendo la imagen de que el personal de la TIA no sirve para nada.

Por Isis, llegó la crisis (2009)
Ibáñez presenta la crisis como un hecho cíclico y casi inevitable, a pesar de lo escrito en El señor de los ladrillos y de lo que publicaría dos años más tarde en Marrullería en la alcaldía. Pero también muestra una sociedad en la que se nota el miedo al despido y aparece la necesidad de aceptar empleos peor pagados. Eso además de las manifestaciones, en las que participan trabajadores, gente que necesita una vivienda, los animales del zoo y, finalmente, los propios agentes de la TIA. En una de las viñetas, incluso el rey.
Eso sí, vuelve a darse la paradoja que ya señalaba Carretero en su citado artículo: es normal que el superintendente Vicente quiera mantener su empleo, ¿pero qué ata a Mortadelo y Filemón a su trabajo, que consiste en ser maltratados por su jefe y por sus enemigos a cambio de un sueldo miserable que apenas les da para vivir en una pensión? Qué absurdo: se amarran a un empleo mal pagado en el que no se les valora. Este Ibáñez tiene una imaginación impresionante.




La corrupción
Marrullería en la Alcaldía ataca en 2011 otra de las causas de la crisis: la corrupción política. En este caso, Mortadelo y Filemón han de investigar al alcalde de Valdeporretas, que ha malversado los fondos del ayuntamiento. Por ejemplo, un simple fuelle para ayudar a las gallinas a poner huevos ha costado “onsesientos mil euros”. También se ha construido un puente, a pesar de que en el pueblo no hay río. En definitiva, presupuestos hinchados y proyectos para amiguetes.
El alcalde milita además en los dos partidos, para que nadie se enfade: el PEPO (Partido Emperrao en Poner Orden, parodia del PP con un buitre en el logo) y el PSAO (Partido Suprimidor de Arciprestes y Obispos, parodia del PSOE, en este caso, con un puño sosteniendo una alcachofa). El edil celebra dos mítines y dice lo mismo en ambos. Tiene la cara tan dura que le lanzan un ladrillazo y el ladrillo queda hecho añicos.
Por cierto, Ibáñez detectó los chanchullos de las rotondas dos años antes que Nación Rotonda.


Marrullería en la alcaldía (2011)
Los recortes
En ¡Tijeretazo! (2014), Ibáñez se centra en los efectos de la situación económica. La TIA, empresa gubernamental al fin y al cabo, encargará a los agentes que identifiquen y neutralicen a quienes aprovechan el descontento social ocasionado por los recortes para “levantar a las masas provocando disturbios, anarquía, motines, tumultos...”
Pero a pesar de que Mortadelo y Filemón están a servicio de los poderes fácticos (y no se cuestionan su tarea en ningún momento), Ibáñez aprovecha para darle un buen repaso al panorama actual. En el hospital, los enfermos de la UVI están en sacas colgadas del techo, una vela sirve como aparato de rayos X y las transfusiones se hacen con sangre de gato. En el zoo, un burro con maderos hace las veces de ciervo y el león, calvo, se alimenta de bocadillos de sardinas. En el asilo, la sopa se sirve con ventilador y el oxígeno se ha sustituido por insecticida.

¡Tijeretazo! (2014)
Los recortes han llegado incluso al campo, a pesar de que se hicieron obras para llevar el AVE al pueblo. La línea se suprimió porque “en dos años sólo lo utilizó un viajero… ¡El cura! ¡Y además no pagó, claro!”. La obra, que incluye una escalera mecánica que no lleva a ningún lado, es el cierre perfecto, ya que nos recuerda por qué en el hospital el trasplante no es de brazo, sino de pata de caballo.
El AVE tiene cómic propio: El UVA (Ultraloca Velocidad Automotora), de 2003. Las obras del tren de alta velocidad están sufriendo sabotajes por toda España, desde Valdenabos a Villaceporra. Poco a poco se descubre la verdad: estos supuestos sabotajes no son más que chapuzas, el elemento en el que mejor se mueve Ibáñez: pequeños hoyos en los que hay hasta dinosaurios, trenes que funcionan con un brasero y leña, y túneles pintados porque han de ir los políticos y la tele. Pero no sólo hay chapuzas, sino también corrupción: el trazado del UVA beneficia a constructores y políticos que se encuentran con terrenos revalorizados gracias a apeaderos y rodeos absurdos, con Aznar y Cascos preocupados tan sólo por inaugurar antes de las elecciones.


El UVA (2003)
El epílogo de ¡Tijeretazo! supone una venganza al estilo Ibáñez: Mortadelo y Filemón recortan (accidentalmente) la nariz de Rajoy. Demos gracias a la TIA por estos momentos.


Autor: Jaime Rubio Hancock  
Vía: El País, 21/03/2015 
F:http://verne.elpais.com/verne/2015/03/17/articulo/1426605381_635577.html

Hergé no quería invadir Polonia

 Foto: Viñeta de 'El cetro de Ottokar' (Hergé)
Viñeta de 'El cetro de Ottokar' (Hergé)

La noticia es cíclica y se repite cada pocos meses: un libro de Tintín (casi siempre, Tintín en el Congo) ha sido prohibido en algún lugar del mundo entre acusaciones de racismo. Esta semana ha sido el turno de Canadá, aunque con una ligera novedad: el título de la polémica es Tintín en América, el segundo álbum oficial (tercero si se incluye Tintín en el país de los soviets, del que Hergé renegó como un “pecado de juventud”).
El pasado miércoles, la prensa del país norteamericano informaba de que la cadena de librerías Chapters había dejado de vender el cómic en el que el famoso reportero lucha contra las mafias de Chicago en los años 20. ¿La razón? Las quejas recibidas por la representación que se hace en el libro de los indios nativos americanos, que responden a todos los estereotipos del lenguaje en infinitivos y el arrancamiento de cabelleras.
Poco ha durado el asunto esta vez, ya que tras el revuelo mediático, la cadena anunció que el libro “no violaba sus políticas” antes de devolverlo a las estanterías. Y, aunque no se mencionaba en la declaración oficial, es posible que alguien tuviera la lucidez de señalar que en Tintín en América encontramos una nada disimulada crítica a la manera en la que el voraz capitalismo estadounidense expulsa de sus tierras a las tribus nativas.

Viñetas de 'Tintín en América' donde se muestra la veloz expulsión de los nativos de sus tierras
Viñetas de 'Tintín en América' donde se muestra la veloz expulsión de los nativos de sus tierras

Hasta aquí, nada nuevo respecto a lo que tantas veces se ha dicho: que las primerísimas aventuras de Tintín están repletas de tópicos colonialistas y eurocéntricos, e impregnadas de paternalismo hacia el resto de razas. Básicamente, la mentalidad que regía en la sociedad belga de principios del siglo XX en la que se movía un joven de veintipocos años llamado Georges Remi, que invirtió el orden de sus iniciales para adoptar el seudónimo de Hergé.
Afortunadamente, el dibujante tardó poco en darse cuenta de que, para ambientar sus historias en otras latitudes, necesitaba documentarse más allá de los clichés. Ya en el cuarto álbum -El loto azul- pintaba un retrato minucioso de la complicada situación política entre China y Japón mientras Tintín y su amigo Tchang se reían juntos repasando los tópicos occidentales sobre el lejano Oriente. Más adelante vendrían una veintena de historias guiadas por los valores del humanismo, la tolerancia, la defensa del débil y en contra de cualquier totalitarismo.

El líder fascista Degrelle, amigo de juventud de Hergé
El líder fascista Degrelle, amigo de juventud de Hergé
Pese a ello, a día de hoy, la figura de Hergé no ha conseguido librarse del todo de la pegajosa etiqueta que le señala como simpatizante del fascismo. Los elementos para la sospecha son conocidos. El dibujante entró muy joven en Le XXème Siècle, un periódico ultraconservador, nacionalista y católico bajo el influjo del abad Wallez, quien 'orientó' sus primeros trabajos. Allí hizo amistad con otro chico, Léon Degrelle, que con el paso de los años sería un conocido líder fascista y protegido de Hitler, y que fue quien consiguió a Hergé sus primeros cómics.
Algunos años después, Degrelle fundaría el Partido Rexista, de claro corte totalitario, si bien Hergé rechazó la invitación para unirse a la formación e ilustrar sus carteles. Aun así, Degrelle no quiso dejar pasar la oportunidad propagandística, proclamando en público “¡Tintín soy yo!”, ya que afirmaba que Hergé se había inspirado en él para la creación del personaje.
'El cetro de Ottokar' es un 'Anschluss' fallido”
Todo esto es bien sabido, y sin embargo, se ha puesto mucho menos el foco sobre el hecho de que, en la convulsa situación europea de la segunda mitad de los años 30, Hergé realizó un contundente e inequívoco alegato en contra de la expansión nazi. Este manifiesto, que a día de hoy puede encontrarse en cualquier librería infantil, no es otro que El cetro de Ottokar, la séptima aventura de Tintín y una de las más valoradas por los aficionados.
Situémonos:
- Marzo de 1938: la desestabilización orquestada por los nazis fuerza la dimisión del canciller austríaco Schuschnigg. Esa misma noche, las tropas alemanas entran en el país y cinco días después, Hitler proclama el 'Anschulss' (anexión) de Austria.
- Agosto de 1938: Aparece en la prensa el primer episodio de una nueva historia de Tintín, que entonces se llamaba Tintín en Syldavia (posteriormente, El cetro de Ottokar).
- Septiembre de 1938: Francia y Gran Bretaña firman los acuerdos de Múnich que autorizan la anexión de los Sudetes por parte de Alemania.
En los meses sucesivos, mientras el expansionismo de Hitler funcionaba a toda potencia ante el desconcierto de los países occidentales, Hergé publicaba regularmente nuevos episodios de la historia de Syldavia, un pequeño país centroeuropeo que sufría el acoso de la vecina Borduria.
En la historia, Tintín descubre una conspiración para destronar al rey sildavo (Muskar XII, sucesor de la dinastía de Ottokar) y facilitar así la invasión del país por parte de Borduria. Años después, Hergé confirmaría lo obvio en una entrevista: “Estaba hablando de Alemania. El cetro de Ottokar es la historia de un Anschluss fallido”.

El edecán traidor al rey, con su uniforme de estilo SS
El edecán traidor al rey, con su uniforme de estilo SS
Si el lector se aproxima a la obra con la mirada atenta, descubrirá infinidad de detalles escogidos cuidadosamente por Hergé para establecer paralelismos con la creciente tensión política que se desarrollaba en esos momentos en el Viejo Continente.
Para empezar, Syldavia no es el reflejo ficticio de un país concreto sino la mezcla de varios. Por un lado, el dibujante se decantó por las terminaciones en -ow (la capital de Syldavia es Klow, el castillo del rey es Koplow) para imitar la sonoridad de las ciudades de Polonia. Pero también hay ecos de Albania (invadida por Mussolini) en los minaretes del paisaje y la bandera del país, cuyo pelícano negro está inspirado en el águila negra albanesa. Además, la facción que intenta derrocar al rey en el cómic es la Guardia de Acero, evidente referencia a la Guardia de Hierro, el movimiento fascista de Rumanía.
Y si las víctimas estaban claramente señaladas, más aún lo estaban los verdugos. En el libro, el líder de los conspiradores es Müstler, una poco disimulada combinación de Mussolini y Hitler, cuyos partidarios se saludan y despiden a la voz de Amaih!, que recuerda sin disimulo al Heil! de los nazis.

Los soldados bordurios, con fusiles Mauser
Los soldados bordurios, con fusiles Mauser
A esas alturas de su producción, Hergé ya había desarrollado una gran minuciosidad a la hora de recrear escenarios y objetos, por lo que resulta oportuno fijarse en el vestuario de los 'malos' de la historia. Boris, el edecán del rey Muskar que intenta traicionarlo, luce un uniforme negro con cinturón Sam Browne claramente inspirado en los de las SS. Por su parte, los guardias bordurios con los que Tintín se topa en la frontera le disparan con los fusiles Mauser del Ejército del III Reich, y sus cinturones también recuerdan a los de los uniformes de la Wehrmacht.

Tintín huyendo en un Messerschmitt BF-109 bordurio
Tintín huyendo en un Messerschmitt BF-109 bordurio
Para completar el retrato, el avión bordurio que Tintín consigue apropiarse para regresar a Klow es claramente alemán. Si en la primera edición del cómic era un Heinkel 112, posteriormente fue sustituido por un Messerschmitt BF-109, un modelo utilizado por primera vez en la Guerra Civil española como parte de la Legión Cóndor. Todos estos detalles y muchos otros pueden consultarse en Tintín, el sueño y la realidad, (Zendrera Zariquiey, 2002), un extraordinario volumen de Michael Farr que repasa la elaboración de todas la historias del personaje.
Hergé llegó incluso a 'tomar partido' personalmente, ya que se dibujó a sí mismo acompañado de su esposa, su hermano y su asistente entre los partidarios del rey Muskar XII.

A la derecha, rubio y con uniforme verde, Hergé. A su lado, de rosa, su mujer Germaine Kieckens, que tapa ligeramente al hermano de Hergé, Paul (con monóculo). Delante de todos ellos, casco en mano, su asistente Edgar-Pierre Jacobs.
A la derecha, rubio y con uniforme verde, Hergé. A su lado, de rosa, su mujer Germaine Kieckens, que tapa ligeramente al hermano de Hergé, Paul (con monóculo). Delante de todos ellos, casco en mano, su asistente Edgar-Pierre Jacobs.

Hergé anticipó la Operación Himmler
En la parte final de la aventura, Tintín consigue hacerse con documentos secretos de los conspiradores bordurios en los que se detalla su plan para la conquista del poder en Syldavia: “La víspera de San Wladimiro, los agentes provocadores de las secciones de propaganda fomentarán los incidentes y actuarán de forma que los habitantes de nacionalidad borduria sean objeto de malos tratos. Al día siguiente, las secciones de choque ocuparán la emisora de Radio Klow...”.

Documento bordurio interceptado por Tintín
Documento bordurio interceptado por Tintín
Esta operación de 'bandera falsa' fue precisamente el sistema utilizado por los nazis para justificar la invasión de Polonia, apenas un mes después de que terminase la publicación de El cetro de Ottokar en la prensa belga. Fue la llamada Operación Himmler o Provocación de Gleiwitz, un ataque de tropas alemanas con uniforme polaco a la emisora de radio fronteriza alemana de esa localidad, para luego difundir un mensaje en el que se animaba a la minoría polaca de Silesia a tomar las armas contra Hitler.
En cualquier caso, en agosto de 1939 Tintín había salvado Syldavia, pero en la realidad no pudo evitar la invasión de Polonia ni la de su propia patria, Bélgica, ocupada en mayo de 1940 por las tropas nazis.
La acusación de colaboracionismo
Una vez consumada la invasión de Bélgica el rey belga Leopoldo III realizó un llamamiento pidiendo a todos los ciudadanos que volvieran a sus casas y trabajaran por el bien de la nación. Hergé, un hombre profundamente patriota y monárquico, respondió a la llamada volviendo a Bruselas (se encontraba en Francia en ese momento) y buscando un empleo, que encontró en el diario Le Soir.
La historia dejaría en mal lugar al rey Leopoldo y a Hergé, que habrían quedado limpios exiliándose a Londres con el Gobierno del país. Muy pronto Leopoldo fue obligado a abdicar en su hijo Balduino y Hergé se encontró trabajando en un diario colaboracionista, controlado por los nazis y puesto al servicio de su propaganda. ¿Ingenuidad, cobardía, sentido práctico...? En cualquier caso, el dibujante decidió que Tintín seguiría en Bélgica intentando entretener a sus compatriotas en aquellos años negros y se dedicó a realizar historias de corte más fantástico que no resultaran polémicas, como La estrella misteriosa o El secreto del unicornio. Años después, el propio Hergé reconocería en una entrevista: “Mi ingenuidad en aquella época rozaba la necedad, podemos decir que incluso la estupidez”.

Hergé (izq) y Raymond Leblanc (dcha)
Hergé (izq) y Raymond Leblanc (dcha)

Tras la victoria aliada, Hergé fue arrestado cuatro veces acusado de simpatizar con el nazismo por trabajar en Le Soir y de contribuir con sus viñetas a la difusión de una herramienta de propaganda. El dibujante pasó dos años apartado del trabajo en prensa y sólo pudo rehabilitarse profesional y personalmente gracias al héroe de la resistencia belga Raymond Leblanc, un editor admirador de Tintín que le proporcionó apoyo económico y le consiguió su “credencial de civismo”.
Leblanc proclamó que las aventuras del joven reportero habían subido la moral de los belgas durante la ocupación y como argumento incontestable esgrimió la historia de El cetro de Ottokar: el día que Tintín venció a Hitler.
Autor: Álvaro Rigal
Vía: El confidencial,
F:http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-03-21/herge-no-queria-invadir-polonia_731261/

África se dibuja en el Festival de cómic de Angulema

Imagen del cómic Vaudoo Soccer, de Simon Mbumbo. youtube Sonia Fernández Quincoces Bilbao 23 ENE 2018...