Los aborígenes fotografiados como seres exóticos y primitivos por
naturalistas europeos a principios del siglo XX tienen poco que ver con
los que cien años después se han retratado a sí mismos como una diminuta
parte de la naturaleza, pero ambas visiones conviven en una muestra
abierta en Buenos Aires.
La exposición fotográfica "Pueblos originarios: dos miradas" invita a
repensar la historia argentina y el racismo contra los pueblos
originarios en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, edificio
que albergó a uno de los centros de detenciones clandestinas más
cruentos de la última dictadura (1976-1983), la Escuela Mecánica de la
Armada.
"Que la muestra se presente en este espacio emblemático de la violación
de los derechos humanos revela que vamos tomando conciencia del
genocidio indígena como un episodio central en esta larga historia de
desprecio por el semejante que este lugar simboliza como ningún otro",
explica el director del centro, Eduardo Jozami.
A un lado de la sala puede observarse "los prisioneros de la ciencia",
los aborígenes "desde la mirada del colonizador, una mirada racista,
llena de prejuicios", apunta a Efe la comisaria de la exposición,
Cristina Fraire.
Estas fotografías son en su mayoría retratos individuales de indígenas,
casi siempre con una pared blanca de fondo y tomados de frente y de
perfil, como vulgares delincuentes.
En algunas de las imágenes colectivas, posan más de una veintena de niños sin un atisbo de sonrisa.
"Muchas de las fotografías se tomaron en un ingenio (hacienda) donde
trabajaban en condiciones de esclavitud o casi esclavitud y revelan el
maltrato que sufrían al ser hechos prisioneros y examinados por
científicos", indicó Fraire.
El colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en
Antropología Social) fue el encargado de recuperar estos retratos del
Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde algunos de los aborígenes
efectuaron durante años trabajos de limpieza.
Las imágenes están reforzadas por testimonios de científicos e
historiadores que vivieron a caballo entre el siglo XIX y XX, como el
alemán Hans Virchow, quien llegó a afirmar: "He disecado muchos
cadáveres y nunca he encontrado un alma".
"Cuando (los indígenas que trabajaban en el museo) morían mandaban sus
cuerpos a la Facultad de Medicina para que les sacasen cerebro, pelo,
huesos y luego los restos volvían al museo, porque seguían siendo
considerados 'patrimonio' del mismo", subrayó ya en la década de los
noventa el historiador Álex González.
"El tamaño pequeño de las fotos es intencionado, porque obliga a
acercarse y profundizar en ellas, sin poder pasar de largo y quedarse
solo con una idea general", continuó la comisaria.
"Hay que acercarse y fijarse en sus rostros, que transmiten dolor. En
cambio, al otro lado de la sala, las imágenes transmiten vida", comparó
Fraire.
En la segunda muestra, los hombres, mujeres y jóvenes mapuche y qom
tomaron las cámaras y optaron por convertir en protagonista a la
naturaleza a la hora de dejar un testimonio gráfico de su identidad y
modo de vida gracias a la ayuda de los fotógrafos Esteban Widnicky y
Verónica Mastrosimone, integrantes del Proyecto Raíces.
El agua, los primeros brotes de primavera, los tupidos bosques del
norte argentino, el cielo y los caballos son las piezas más importante
del puzzle identitario que construyeron los aborígenes con las cámaras
estenopeicas hechas con latas que Widnicky y Mastrosimone les enseñaron a
usar.
La muestra de "Los ojos de la tierra" se completa con imágenes de casas
habitadas, niños que juegan, hombres que lanzan flechas y mujeres entre
telares, que transmiten sus conocimientos de una generación a otra.
La exposición podrá verse en el centro cultural hasta el 17 de
diciembre y estará acompañada de largometrajes y documentales que
demuestran cómo ha evolucionado la representación de los indígenas
aborígenes en los últimos cien años.
Vía: Canarias 7, 16/10/2012
F:http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=278048
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