Marjane Satrapi abrió una vereda con Persépolis. Le han
seguido tantos ilustradores que el cómic-protesta oriental circula ahora
por autopista. Irán es un filón para los dibujantes y un drama para los
derechos humanos, como comprobó en sus propias carnes Mana Neyestani,
encarcelado tras una ilustración y protagonista de un episodio kafkiano
que le hizo temer por su vida y que ha reflejado en la sobrecogedora
novela gráfica, Una metamorfosis iraní (La Cúpula). Los autores de El paraíso de Zahra(Norma
editorial) se refugiaron en el anonimato —la obra va firmada por Amir y
Khalil— para sortear las represalias tras su relato de los crímenes de
estado contra los estudiantes que protestaron contra la fraudulenta
elección presidencial de 2009.
La madre y el hermano de Mehdi, un joven de 19 años desaparecido en
Teherán durante una manifestación, le buscan en vano por hospitales,
cárceles y cementerios. Esa desesperada indagación permite a los
dibujantes retratar la corrupción política, económica y moral del actual
régimen iraní, donde la religión resulta una vulgar fachada para
enmascarar sus tropelías.
El cómic del chino Li Kunwu, Los pies vendados (Astiberri),
no responde al mismo patrón de denuncia (el dibujante trabaja para el
partido comunista de su país), pero sí se asemeja en la fuente
biográfica que alimenta la historia, en la elección de una víctima como
protagonista, en la vocación documental que cabalga entre el periodismo y
la historia y en la utilización de un austero blanco y negro.
Unos pies de loto de oro no debían superar los 7,5 centímetros. Esa
era la longitud ideal del pie femenino que aspirase a ser admirado en
Yunnan (China). No era simple vanidad. A veces era supervivencia.
“Cuando eres pobre no te vendan los pies y cuando no te vendan los pies
te vuelves pobre”. Contra argumento tan definitivo, de nada sirven la
huida, los noes y los llantos de Chunxiu. La niña que había correteado
entre los puestos de bolas de arroz inflado, escritores de cartas y
linternas mágicas del mercado dejó de correr.
Li Kunwu dibujó la historia de Chunxiu, su niñera. “Lo que más me
impresionó”, cuenta su editor, Laureano Domínguez, “aparte de la
crueldad que suponía la costumbre de vendar los pies, que era una
auténtica tortura, es el hecho de que Chunxiu primero fuera víctima de
esa tradición y después lo volviera a ser de los que decían que habían
llegado para liberar a China del feudalismo”.
En 1966, los comisarios de la Revolución Cultural obligaron a la
familia de Li Kunwu a prescindir de su niñera. Con sus pies deformes, la
consideran “un arcaísmo feudal”. Chunxiu murió, pobre y sola, en 1978.
Tal vez Li Kunwu se sentía en deuda con aquella mujer que caminaba
lentamente, le contaba historias clandestinas de seres fantásticos —mal
vistos por los nuevos tiempos de realismo maoísta—, y le regaló unos
zapatitos bordados en los que cabían solo pies “de loto de oro”.
En el caso de Mana Neyestani (Teherán, 1973), la víctima fue Mana
Neyestani. “Hice el libro por dos razones. La primera es que mi trabajo
es contar historias y encontré que mi experiencia personal era
interesante, tiene suspense, clímax, amor, tristeza y humor por
momentos. La segunda es que necesitaba una terapia para evadirme de los
recuerdos que me perturbaban y así los transfería a los papeles”,
explica por correo electrónico desde Francia, donde se refugió tras
salir de la cárcel. Neyestani colaboró con numerosos periódicos
políticos hasta 2000, cuando el régimen se estrechó ideológicamente.
Durante un lustro vivió de la prensa juvenil hasta que en 2005 incluyó
en una ilustración a una cucaracha que pronunciaba una palabra azerí
(“Namana”), que desató oleadas de movilizaciones de la comunidad azerí,
reprimidas con violencia por las autoridades que, a su vez, culparon al
dibujante de instigarlas. El precio por su cucaracha fueron dos meses de
cárcel hasta que logró huir de Irán.
Tereixa Constenla
Vía: El País, 09/07/2013
F:http://cultura.elpais.com/cultura/2013/07/09/actualidad/1373394535_935784.html
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