El cómic se hizo adulto no hace tanto, en 1986. Fue de golpe. El milagro de la novela gráfica se llamó Watchmen,
de complejidad narrativa sin igual hasta entonces y con un tratamiento
del superhéroe de psiquiátrico. En los EEUU de 1985 que aún preside
Nixon y marcados por el pavor nuclear contra la URSS, los superhéroes
vigilantes que ayudaron a ganar en Vietnam han sido prohibidos y uno, El
Comediante, asesinado. Por vez primera, los héroes son débiles,
moralmente ambiguos, ideológicamente dudosos: Rorschach (amargado
ultraderechista y paranoico), el Dr. Manhattan (con superpoderes pero
incapaz de sintonizar con los sentimientos humanos), Ozymandias (genio
extraño); Espectro de seda (fémina llena de complejos)…
El guionista fue el revolucionario Allan Moore (padre también de V de Vendetta), pero si la obra (premio Hugo a un cómic por vez primera, en 1988; entre las 100 mejores novelas de todos los tiempos, según Time
en 2005) funciona es también por unas meticulosísimas ilustraciones de
Dave Gibbons (Londres, 1949), que se sometió a una estructura muy
clásica, con unas ya míticas nueve viñetas por página, pocos bocadillos,
sin líneas de movimiento… “Fue un sacrificio consciente: el guión era
ya lo bastante complejo como para hacer filigranas, por eso apostamos
por un estilo directo que permitía también a Moore un mayor control de
cada viñeta al saber la estructura”, comenta Gibbons en Barcelona, donde
promociona la reedición de la obra en España bajo el sello ECC.
Pero como en todo en Watchmen, lo simple es
apariencia. “Se trataba de confundir al lector ofreciéndole, bajo esa
opción gráfica tradicional, un mensaje más complejo: la ambigüedad entre
el bien y el mal, la doble moral del héroe… Es como caminar por un
sendero floreado que acaba conduciendo de golpe a un bosque oscuro donde
alguien te pega con un bate de béisbol”, simboliza Gibbons, con
inquietante semisonrisa lateral bajo sus metálicas gafas.
Watchmen está cargado de repeticiones simbólicas y niveles de lectura, tantos que ha sido bautizado como el Ulises
del cómic. Y las aportaciones de Gibbons (que asegura que nunca leyó la
novela de James Joyce) a ese juego fueron muchas más de las que se han
descubierto hasta ahora. “En obras así hay que dejar el ego muy atrás;
todo fue fruto de conversaciones de hasta cuatro horas de teléfono entre
él y yo…”. ¿Por ejemplo? “Estábamos trabajando en el traje de El
Comediante y el primero, de tipo militar, no funcionaba; luego optamos
por uno de cuero negro y para matizar lo oscuro le puse la chapa
amarilla del Smiley. Al verlo, Moore, dijo: ‘¿Por qué no llevamos la
muerte de El Comediante al inicio y manchamos con una gota de sangre el
Smiley?’. Vale, yo introduje la chapa, uno de los iconos del cómic, pero
Moore le dio el sentido”. Algo parecido ocurre con los Relatos del navío negro,
la publicación que siguen los vigilantes. “No tenía sentido que los
superhéroes leyeran cómics de superhéroes, por lo que en el primer
capítulo inventé esa revista sobre piratas; en el tercero, lo seguían
leyendo y entonces Moore propuso utilizarlo como analogía”.
La watchmenmanía, sin embargo, ha superado a los propios
autores, hasta el extremo de que los fans ven cosas que ellos nunca
imaginaron. “Nos han hecho notar que los enchufes de los postes donde se
conectan los vehículos tienen la forma de Smiley”. Lo más chocante para
el dibujante ocurrió en otra viñeta. “Hicimos que Dani (Buho nocturno) y
Lorie (Espectro de seda) salieran a cenar a un restaurante y de fondo
pusimos a una pareja de homosexuales viejos; nos pareció que en un mundo
alternativo las relaciones homosexuales en la tercera edad se
aceptarían con facilidad… Pues a unos cuantos lectores les pareció ver
que esa pareja eran los personajes de Justicia Encapuchada y el Capitán
Metrópolis, de los que nos burlábamos por la conducta sadomasoquista de
uno y del otro por ser exMarine retrógrado y homófobo; ni Moore ni yo lo
pensamos nunca así”.
Gibbons celebra que ese grado de detallismo lo respetara la versión
cinematográfica de Zack Snyder en 2009. “Se nota que es lector de cómic y
que había adaptado 300; leí el boceto de guión y en él
Ozymandias moría; cuando nos vimos por vez primera, sin decirle nada, se
me avanzó y dijo: ‘No te preocupes, que Ozymandias no muere’... No es
un filme perfecto pero, si tenía que convertirse en película, es lo
mejor que se podía hacer”, dice el dibujante, marcando distancias con
Moore que, como en todas las adaptaciones, retiró su nombre de los
créditos.
La potencia de Watchmen es tal que aún hoy otro de sus lemas
célebres, “¿Quién vigila a los vigilantes?”, la frase clásica de
Juvenal que reza en las paredes que asoman en el cómic, es hoy de triste
vigencia. “Siempre hacemos una transferencia de poder y lo dejamos en
manos de esos elegidos y ya luego nadie más controla nada. En Watchmen
fuimos más allá y planteamos los problemas de cuando alguien se
autoelige: los vigilantes no han sido escogidos por nadie; tiene un
punto mesiánico”. Hoy las cosas, cree, están más fáciles para la
sociedad que los EEUU que ellos crearon. “Internet y las redes sociales
hacen más difícil modificar o suplantar hoy a los héroes; la ciudadanía
puede ahora controlar la desviación de un héroe o un dirigente”.
Pero no quiere Gibbons llevar la cosa más allá, se le nota incómodo.
Resopla cuando se le pide qué cumpliría el papel de la URSS y la amenaza
nuclear en una actualización de Watchmen. “Hoy todo es más
difuso y local; quizá el terrorismo islámico”. También duda sobre la
necesidad de que existan héroes o no y de su desmitificación, clara
apuesta suya y de Moore hace 27 años. “El cómic surge de una pregunta:
si hubieran superhéroes, ¿por qué alguien se pondría un traje? Siempre
partimos de que es gente buena y que lo hacen sacrificándose para
combatir el mal… Pero es poco creíble: también está el darse el gustazo
de ser un superhéroe aclamado y olvidamos que son psicópatas sedientos
de adrenalina… Juegan con que en realidad necesitamos héroes, gente
capaz de superarse a sí misma, de darnos ejemplo, eso nos atrae… Y sí,
de ese tipo de héroes necesitamos algunos en política hoy”.
Se sorprende Gibbons quizá de lo que acaba de decir porque matiza, raudo. “Watchmen
no es un tratado político, habla de la condición humana… El problema es
que cada uno tiende a verse como un héroe y que el villano no piensa
nunca que lo es”.
Vía: El País, 24/06/2013
F:http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/24/actualidad/1372089203_988281.html
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