Fotografía: Bruno Arbesú
Nos citamos con Joann Sfar
(Niza, 1971) en el histórico Café de Flore situado en la esquina más
florida del bulevar Saint-Germain, donde eran clientes habituales Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Pablo Picasso, Jim Morrison o Ernest Hemingway. El prolífico guionista y dibujante de cómics como La Mazmorra (Norma Editorial) o Vampir (Fulgencio Pimentel) acaba de publicar Cómo hablas de tu padre
(Confluencias), un emotivo homenaje a la figura paterna. La familia de
Sfar es judía de raíces sefardíes, lo que explica que en la mayoría de
su obra esté presente la religión y también que podamos charlar con él
en castellano. Hablamos con él sobre su familia, política, inmigración
y, sobre todo, de cómic e ilustración. Sfar es un señor muy majo y muy
comprometido con lo que hace, hasta tal punto que, cuando nos despedimos
tras dos horas maravillosas, se acercó a comprar cervezas para
compartirlas con sus alumnos de la Escuela de Bellas Artes durante el
transcurso de la clase que imparte.
¿Cómo es que sabes español?
Mi abuela fue una judía de Argelia que
tenía el español como lengua materna porque parece que su familia venía
de Gibraltar. Además, tengo primos que vienen de Cuba, y cuando empecé a
hacer tebeos trabajé mucho con José Luis Munuera, con Emilio Bravo
—que es francés, pero su familia viene de Valencia— y después hice una
película y trabajé con el equipo de maquillaje DDT, de Barcelona, con David Martí y Montse Ribé. Y soy muy amigo de Guillermo del Toro,
muchos amigos míos hablan español. El problema es que hace un montón de
tiempo que no lo he hablado. Y cuando trato de usar palabras del argot
me dicen que están anticuadas.
En El gato del rabino, un burro y el gato discuten sobre si el apellido Sfar es árabe o hebreo. ¿Ya tienes una respuesta?
Lo que sé es que es más tunecino que
argelino. Todos los Sfar vienen de Túnez, y por alguna razón mi familia
es de Argelia. No sé por qué. Hay quien dice que era Safar, que es muy
judío, y se cambió a Sfar para hacer negocios con los árabes.
¿Está relacionado con la palabra «sefardí»?
Sí, es lo mismo. En hebreo y en árabe
solo existen las consonantes, no hay vocales, así que puedes cambiar una
palabra. Lo que me gusta de esta historia es que en Argelia no hay una
pureza racial o religiosa, eso no existe. Argelia no fue un país árabe
conquistado por los blancos, era un territorio romano al que llegaron
hebreos, después árabes, después españoles, después italianos, malteses…
había gente tan diversa en Argelia que siempre fue un territorio
cosmopolita. Lo interesante de El gato del rabino es que
ocurrió en Argelia, pero podría ser París hoy día. O Niza, que es mi
ciudad, porque esas poblaciones no han resuelto el mismo problema. Es el
mismo, quizás incluso peor.
Te licenciaste en Filosofía. ¿De ahí sacaste los guiones de Sócrates el semiperro?
No fui muy buen alumno, pero me gustaba
muchísimo. El profesor siempre me decía que tenía que hacer más tebeo y
menos filosofía. Y le hice caso.
Lo hiciste con Christophe Blain, que es amigo tuyo.
Hace veinticinco años estudié Bellas
Artes en París, y al mismo tiempo entré en un estudio en el que había
diez dibujantes entre los que aún quedamos Lewis Trondheim, Christophe Blain, Riad Sattouf y yo. No vamos cada día, cada uno tiene su trabajo, pero estamos muy en contacto y solemos hacer tebeos juntos.
¿Eso quiere decir que habrá alguna Mazmorra nueva?
Eso no. Es un monstruo demasiado grande
para nosotros. Era demasiado trabajo, pero Lewis Trondheim y yo vamos a
hacer nuevos tebeos juntos, eso seguro.
Con Blain hicisteis una
propuesta conjunta para el nuevo álbum de Corto Maltés. Los editores
dijeron que vuestro Corto tenía demasiada personalidad.
No es verdad. Casterman nos los propuso, pero la esposa de Hugo Pratt
les había preguntado a otros autores, así que había un conflicto, y la
mujer dijo que si no lo hacían sus amigos no se iba a hacer. Pueden
contar lo que quieran, pero nos llamaron, nos hicieron trabajar y luego
dijeron que no. Y es que Casterman no tenía la autorización para
hacerlo. Nunca hubo una comparación. Es muy frustrante, porque es un
personaje que me gusta muchísimo. Hugo Pratt dijo que tras su muerte le
gustaría que Corto Maltés volviera, pero en un estilo completamente
distinto, que se tenía que hacer con Corto lo que Frank Miller hizo con Batman. Y eso es exactamente lo que tratamos de hacer Christophe y yo, más homenaje que copia.
Pero sí conseguiste hacer El principito y tener mucho éxito. Era un clásico que no había tocado nadie.
Fue muy interesante, porque me fue muy
útil para enseñar la diferencia entre un texto ilustrado y un tebeo, que
es un lenguaje más cercano al cine. Traté de hacerlo de manera que
fuera distinto al dibujo de Saint-Exupéry. El libro es la historia de Saint-Exupéry, que dibuja al principito. Fue muy interesante hacerlo.
Siguiendo con Christophe Blain, dicen que Isaac el pirata está basada en tu compleja relación con tu padre. ¿Qué hay de cierto?
Más o menos. Me parece que Christophe es
un apasionado de todo lo referente a la virilidad, el machismo y las
relaciones paterno-filiales, y como no quiere hablar de su caso habla
del de los compañeros. Y otra cosa que le fascina es el ritual judío.
Cuando él venía a mi casa mi padre hacía las bendiciones, y le gustaba
mucho. No sé si ya ha salido en España mi novela, Cómo hablas de tu padre.
Sí, la acaba de publicar Confluencias.
La novela es así. Y a Christophe le
gustan muchísimo los defectos de mi padre: es intransigente, duro, muy
macho… Christophe me dice que tengo mucha suerte de tener un padre así.
Es maravilloso tener un padre como el mío… especialmente si eres
Christophe Blain [risas].
Pues háblanos un poco de la novela. ¿Quién fue André Sfar?
Mi percepción es que fue casi un héroe.
Yo no soy un héroe, tengo una vida muy convencional. Él nació en una
familia judía de Argelia, muy pobre, y era un apasionado de la justicia a
partir de un suceso que presenció: un árabe al que habían acusado de
asesinato, y no era cierto. Y el abogado le salvó la vida. Mi padre
quedó fascinado y decidió que sería abogado y lucharía por la justicia.
Se aproximó mucho a movimientos árabes de liberación, y un grupo de la
extrema derecha francesa le pegó una paliza que casi lo mató. La policía
quería que se marchara al sur de Francia para evitar que lo mataran,
pero él insistió en acabar la carrera en Argel, así que iba a clase
escoltado por dos policías. Después se marchó a Niza sin nada y empezó a
trabajar como abogado de prostitutas. Y acabó siendo abogado de bancos,
lo que es una maravillosa carrera para un abogado francés. Mi padre no
era violento, pero sí muy poderoso. Y los valores del macho le gustaban
muchísimo. Era como un Don Draper de Mad Men, tengo fotos de mi padre en un night-club
con un montón de mujeres distintas. Él con la misma cara y la misma
copa de champán, y en cada foto hay una mujer nueva. Mi padre fue eso, y
me gustaba muchísimo. Pero fue muy triste, porque mi madre murió cuando
yo era pequeño, y entonces mi padre descubrió la religión. Y empezó a
tocarme las pelotas. La religión me interesa como algo cultural, poético
y literario, pero nunca tuve fe. Nada habría hecho más feliz a mi padre
que hacer de mí un creyente, pero no lo he sido nunca. No tengo nada en
contra de la religión, solo me produce risa, me vienen ganas de hacer
bromas sobre ella.
Te marcó mucho la muerte de tu
madre cuando tenías cuatro años, sobre todo porque te engañaron y te
dijeron que se había ido de viaje…
Agradezco que me dijeran eso, porque
abrió una puerta en mi imaginación: «¿Dónde está mi mamá?». Llega un
momento en que el mundo real no te da todas las respuestas que
necesitas, así que empiezas a escribir y te sientes feliz. Estoy muy
contento de que me dijeran eso. Desde un punto de vista psicológico lo
que hicieron fue un gran error, no tienes que decirle eso a un niño
porque se va a pasar años preguntándose por qué al menos no le llama por
teléfono, pero desde un punto de vista artístico fue genial. Fue un
error muy creativo.
En tu último libro, Cómo hablas de tu padre,
dejas caer la posibilidad de que fuera tu padre quien mató a tu madre.
Tu padre era un abogado que defendía a hombres que habían matado a sus
mujeres, y presumía de ser el mejor.
Sí, es así, pero no son más que las
fantasías de un niño. Cuando tu padre te dice: «Yo no maté a tu madre,
no es culpa mía todo lo que te está pasando», quiere decir exactamente
eso, pero yo entendí que quizá no había sido él, pero quizá habría
querido y habría sido capaz. Es muy interesante la manera que tienen los
niños de malinterpretar las cosas. Nunca pensé que mi padre había
matado a mi madre, pero sí pensé que era muy poderoso y que sería capaz
de sobrellevarlo. Y de mi padre también recibí algo muy positivo, y son
las expectativas que tenía puestas en mí. Es una cosa muy de madres
judías, pero él lo hizo como padre judío, cuando yo era un niño enumeró
todas las cosas que se suponía que yo iba a hacer: escribir libros, ir a
París, ser famoso… En cierto sentido te pasas la vida obedeciendo ese
programa.
Sin embargo, aunque la madre
ausente siempre está presente en tu obra, es tu padre quien más te
marcó. Lo hacía todo bien menos dibujar, y es a lo que te has dedicado
tú.
No había debate posible: él era el jefe,
el patrón, y había una cosa que no le interesaba lo más mínimo. Y eso
era dibujar. Cuando era pequeño le pedía que me dibujara cosas y eran
unos dibujos tan feos que yo creía que lo hacía adrede, y me ponía a
llorar. Y quizá porque no tenía ni idea de dibujar fue por lo que me
dediqué a ello.
En tus trabajos tienes siempre muy presente la religión. ¿Crees en Dios? ¿Te importa?
Me importa encontrar una respuesta al
nihilismo. No sé si la respuesta está en la religión, pero en una
sociedad multicultural quiero encontrar un lugar donde podamos pensar
juntos en la experiencia de vivir. Y mi respuesta a todo eso es la
literatura, el arte y el dibujo. En mi opinión hay una ética del dibujo
porque dibujar es leer antes de hablar, mientras que la religión te
explica que el otro no es tu familia. Pero con el dibujo eso se acaba en
dos minutos porque no se puede diferenciar un árabe de un judío. Tienen
exactamente la misma cara. El dibujo es una lección de observación,
especialmente en Francia, donde la opinión tiene tanta importancia. El
dibujo va contra la opinión, es observación. Toda la filosofía francesa
moderna viene de Rousseau, que se pasó la vida diciendo
que la realidad no es tan importante. Y esto es una tragedia francesa. A
los franceses no les importan los hechos, solo les gusta la opinión.
Especialmente si se trata de problemas sociales o religiosos, la
televisión siempre está nombrando enemigos: sirios, árabes, judíos… ¡dan
una imagen terrible de ellos! Pero si luego conoces a alguno es muy
distinto. Para la televisión forman un grupo compacto. Hablan de un
millón de refugiados, pero si salgo a la calle no veo a un grupo de un
millón de personas, veo a personas individuales, como yo. Cuando en
Francia dices algo bueno sobre los refugiados te chillarán que eres de
izquierdas, naíf, buenista… La realidad es muy dura, pero intentemos
mejorarla. Si yo fuera creyente mi religión vendría de la realidad.
Dios, si existe, no te va a matar por un dibujo.
Eso es muy importante. Un verdadero
creyente cree en el poder de Dios, no va a coger una pistola. No soy un
especialista en religión, pero tengo un amigo estudioso del mundo
islámico, y me dice que hay un verso del Corán en el que Mahoma se ríe
de un crítico y dice que debes amar. Si crees que existe un dios
todopoderoso no te necesita. Hay una cosa del papa actual que me gusta
mucho. Le preguntaron por la homosexualidad, y contestó que él no era
nadie para juzgar a la gente. Si el papa dice que él no es nadie para
juzgar…
Hace poco entrevistaba a Julián Carrón, el presidente de la fraternidad Comunión y Liberación, y lo que me cuentas me recuerda mucho a lo que él me dijo.
Algo muy curioso es que no soy nada creyente, simplemente vengo de un mundo judío, y desde que hice El gato del rabino
no paro de recibir invitaciones de gente religiosa: musulmanes,
cristianos, judíos… y es siempre maravilloso. Nunca he conocido a un mal
sacerdote, porque todos se preocupan de las relaciones sociales, la paz
mundial… Los que crean problemas no son religiosos de verdad, sino que
usan la religión para la guerra.
Dejaste el Charlie Hebdo cuando el huracán Katrina porque no quisiste hacer humor de Nueva Orleans bajo las aguas. ¿Crees que ese humor debe hacerse?
En Charlie Hebdo yo era más un
acompañante que uno de ellos, porque no soy caricaturista, no trabajo la
vida real, soy más de asuntos imaginarios o poéticos, pero había allí
muchos amigos y yo hacía algo semanalmente. Entonces sucedió lo del
Katrina, donde tanta gente murió, y resulta que soy una gran amante del jazz. Si tuviera que elegir una religión elegiría el jazz.
Dije que no quería hablar cada semana sobre la actualidad porque mi
trabajo va sobre escapar de la realidad. Y dos años después hice un
libro para Charlie Hebdo, sobre las caricaturas de Mahoma,
porque en París se celebraba el juicio y mucha gente pensaba que era muy
importante, pero en los juzgados franceses no está permitido llevar una
cámara, así que lo ilustré en dibujos. Creo que fue interesante.
Decías medio en broma que Houellebecq es más listo que tú. Sin embargo, en Sumisión él tiene una visión completamente distinta a la tuya.
Houellebecq es, sin
ninguna duda, el mejor escritor francés, pero no estoy de acuerdo con
nada de lo que escribe. Da una visión nihilista del mundo. Lo que puedo
hacer es explicar lo que veo en mi día a día, no soy capaz de construir
un sistema, sino de contar lo que veo. Comprendo lo que hace, es muy
eficiente y talentoso, pero no sé si ayuda. Busquemos otra manera de
hacer las cosas.
Un mes después de los asesinatos del Charlie Hebdo te incorporaste a The Huffington Post, y dijiste que estabas en obras.
Me afectó mucho. Hacíamos dibujos para
que la gente se riera, nunca quisimos ser gente importante, solo
queríamos entretener. Ocurrió el atentado, pero no queríamos ser héroes
ni luchadores, queríamos divertir. Llegó un momento en que parecía
ridículo e inútil.
Luego vino Bataclan y el atentado de Niza, tu ciudad de nacimiento.
Lo de Niza es muy diferente porque tiene
un encaje muy complejo con Francia. Es una ciudad donde la paz social
no es perfecta, y los asesinatos de julio dejaron la ciudad en una
situación terrible. Y aún hay otra diferencia con París. En París no
veías los cuerpos, estaban dentro de la sala; en Niza la avenida estuvo
afectada durante dos días, mientras la policía hacia sus indagaciones.
Es una herida que aún está abierta en todos los ciudadanos de Niza. ¿Qué
puede hacer un caricaturista? Si hay un asesinato puedes hacer un
dibujo para decir que no quieres que se repita algo así, pero cuando hay
un asesinato al mes tus dibujos quizá hasta ayudan a los terroristas,
porque les haces publicidad. Pienso lo mismo respecto a Donald Trump.
Puedes caricaturizar a Trump, pero una caricatura normalmente es para
desvelar secretos, pero es que Trump no tiene secretos, él es una
caricatura en sí mismo, así que si haces una caricatura suya le estarás
haciendo un anuncio. Creo que si ve Saturday Night Live se alegra, porque eso es por lo que la gente votó. Hacen un sketch
caracterizándolo como racista… pero es que la gente le votó sabiendo
que es racista. Nunca me he sentido tan inútil como ahora. Muchos
escritores o dibujantes sentimos que lo que hacemos es totalmente
inútil, así que podemos hacer lo que queramos. La semana pasada comí con
Guillermo del Toro, que va con bastante frecuencia a París porque tiene
un piso, y me dijo algo maravilloso. Me dijo que Trump es terrible para
los Estados Unidos pero es maravilloso para los caricaturistas y
novelistas. Cuando Margaret Thatcher llegó al poder en el Reino Unido se hicieron los mejores tebeos ingleses.
¿Con Trump no te entran ganas de volver a hacer tira satírica de actualidad?
No es mi país, y ya hacen tantas…
En la conversación que antes he
mencionado nos decía que el problema del islamismo es que había llegado a
la modernidad sin pasar por la Ilustración, algo de lo que tú también
hablas en el libro.
El mundo cristiano tiene un papa, así
que hay una autoridad que puede decidir cosas. En el judaísmo o el islam
no hay papa, así que cualquiera puede decir que conoce la verdad. Así
que depende de quién paga por la verdad. Se ha pagado mucho para que se
defienda el extremismo como verdad, pero también hay visiones del islam
muy tolerantes. Hay muchos clérigos islámicos muy abiertos a una visión
moderna de la religión, el problema es que no los promocionan. Así que
yo no lo plantearía como una oposición entre tradiciones sino en quién
ha pagado. Los países del Golfo y los Emiratos dedican tanto dinero a
promover el extremismo que si eres musulmán y quieres promover una
visión moderada no se te va a oír. No tengo respuesta para lo que
estamos viviendo ahora, es una crisis.
En tu libro Si Dios existe dices que es el antisemita el que hace al judío.
Es una frase de Sartre y
durante toda mi vida he estado en desacuerdo con esa frase hasta que ha
sido cierta. Si eres creyente, si tienes alguna conexión con algo y en
algún momento sientes que están insultando u odiando a tus tradiciones,
vas a reafirmarte en tu identidad. Eso es lo que estamos viviendo con
algunos jóvenes musulmanes: se sienten ofendidos, por lo que se vuelven
más religiosos. Si queremos que los jóvenes sean más abiertos en cuanto a
la tradición, tienen que sentirse bienvenidos. Para que alguien sea
capaz de decir que su tradición es solo un aspecto cultural tiene que
poder alimentarse, tener un hogar, ser feliz y tener muchos buenos
amigos de otras tradiciones. Pero si estás en tu comunidad y sientes que
desde fuera solo llega odio, nunca vas a abandonar tu tradición.
Paradójicamente, los que están más en contra del extremismo religioso
son quienes más lo están fomentando. Si le dices a una chica que no
quieres que lleve velo, se va a poner un velo aún más grande; lo que
tienes que hacer es hablar con ella, interesarte por las razones por las
que lo lleva. Yo hablé con un grupo de mujeres que llevaban velo y cada
una tenía una historia distinta. Y no hablo del significado político
del velo, simplemente de que cubre a gente muy diversa y que ponerlas a
todas en el mismo saco no va a promover la paz.
Si la gente es bien recibida desaparece el yihadismo.
Bueno, eso quizá es demasiado. Los
jóvenes buscan modelos, quieren integrarse en un grupo y quieren ser
queridos. Y en nuestro mundo hay una crisis de la figura paterna, así
que no hay autoridad. Y la respuesta no es que haya más policía, sino
crear grupos que sean divertidos y que tengan unas buenas normas, y todo
el mundo querrá participar. Esto lo experimenté en un grupo de capoeira. Lo único que no me gustó del grupo fue que yo era el más mayor y el que peor lo hacía. Y me gustó mucho que en el grupo de capoeira
te cambian el nombre y te ponen uno portugués. Se crea otro mundo, y
hombres y mujeres pelean juntos. Todos somos los profesores de todos.
Esta es una posible solución al problema, pero siento que no hay una
gran respuesta definitiva a lo que estamos viviendo, sino que hay mil
pequeñas cosas que se pueden hacer para mejorar el bienestar general.
Cuando me oigo decir cosas tan naíf me odio, porque es ridículo.
¿Cuál es tu previsión para las elecciones presidenciales francesas? ¿Ganará Le Pen?
Los franceses opinaron que nunca habría un brexit
y luego pronosticaron que Trump nunca llegaría a presidente. Nadie lo
sabe, y es una pena que ese peligro exista. Si hay una cosa de Marie Le Pen
que sé es que no va a hacer que nada sea mejor en este país. Sabemos
que en la primera vuelta de las elecciones ganará, pero quien se
enfrente a ella en la segunda vuelta la derrotará. Al menos eso espero.
En tu opinión, los argumentos demográficos sobre el advenimiento de una Francia islámica no son válidos.
Hay muchos menos musulmanes de lo que la
gente cree. Si preguntas a los franceses cuántos musulmanes viven en
Francia te darán un número altísimo. Pero lo cierto es que somos sesenta
millones de habitantes y en Francia hay cuatro millones de musulmanes.
No creo que los hijos de nuestros hijos afronten el mismo problema.
Recordemos los cambios del cristianismo en los últimos sesenta años:
durante la Segunda Guerra Mundial el papa casi miraba con buenos ojos al
régimen nazi, luego hubo el Concilio Vaticano II y ahora el papa dice
que él no es nadie para juzgar a los homosexuales. La religión va a
evolucionar. Es muy triste que le preguntes a un joven su identidad y
que lo primero que mencione sea su religión. Hace veinte años no era
así. Estudié en una escuela en la que había cristianos, musulmanes y
judíos, y si le pedías a alguien que se categorizase te habría dicho que
era un fan de los videojuegos o de los cómics o de lo que fuese. Nadie
se definiría como judío, por ejemplo. No sé por qué ahora nos fijamos
tanto en ese aspecto de las personas. No creo que la religión esté tan
en el centro de la cuestión durante muchos años más. Y hay otra cosa que
creo que es muy importante. Nos apenan los cambios en nuestras ciudades
debido a los cambios de la población, pero nosotros hemos estado
cambiando la población de África durante mucho tiempo. Y no me refiero a
nosotros como europeos culpables, sino al transcurso de la historia. La
población de la mayoría de los países africanos y del Magreb ha sufrido
cambios tremendos. Y estamos en un planeta pequeño, así que tampoco
tengo respuestas a eso, pero no solo Europa está cambiando, sino todo el
mundo. Y no creo que construir muros cambie nada.
«Hay que contar historias que hagan a la gente tener ganas del mundo». Es una frase tuya.
¿Y no estás de acuerdo?
Totalmente.
Otra cosa que tenemos que enseñar a los
niños es que si no estamos de acuerdo en algo no hay ningún problema.
Puedes comer con alguien con quien no estás en absoluto de acuerdo y
disfrutar el momento. La televisión y las redes sociales propagan una
gran mentira. Dicen que tienes que elegir bando. Pero no es cierto, no
tienes por qué.
Hace poco entrevistamos a Zidrou y nos decía que el sentido de humor belga es difícil de entender por los franceses. ¿Estás de acuerdo?
No, no lo estoy. Algunos autores, y yo
soy uno de ellos, vendemos lo mismo en Francia que en Bélgica. Sí es
cierto que algunos autores franceses casi no venden en Bélgica, y
algunos belgas casi no venden en Francia. Son dos países distintos con
un sentido del humor ligeramente distinto. Mi sensación es que Bélgica
es mejor que Francia. Los belgas son menos pretenciosos. Pero no creo
que hacer una gran distinción entre los dos países sea un acierto.
Mañana voy a visitar tu exposición Un segundo antes de despertar. ¿Qué me voy a encontrar?
Te vas a encontrar a muchos chinos, porque es un museo que hace negocio con los chinos que van a ver las obras de Salvador Dalí.
El año pasado me llamaron para proponerme hacer algo sobre Dalí. Soy un
apasionado de él, especialmente de sus entrevistas. Hay una que me
gusta muchísimo en la que le preguntan por qué dice que se va a
criogenizar cuando se muera, si eso no funciona, y él contesta que lo
quiere hacer solo para que cuando digan por la tele que se ha muerto
haya un capullo en cada bar que salte diciendo que no se ha muerto, sino
que lo han criogenizado. La historia de la exposición es que
criogenizan a Dalí y, cuando quieren resucitarlo, eligen a un pintor
contemporáneo, lo ponen en un castillo con cuatro chicas desnudas, y así
hará cosas tan poderosas que Dalí volverá. Al mismo tiempo que realicé
el cómic sucedieron los asesinatos de la sala Bataclan de París, y me
pareció todo muy ridículo. Cuán inútil puede ser un artista y, al mismo
tiempo, es lo único por lo que luchamos. Es absurdo y quizá un poco
triste, y lo bueno es que trabajé con cuatro chicas desnudas para hacer
ese libro. Echamos de menos a Dalí [risas].
Dices que has tardado mucho en entender a Dalí. Sin embargo La mazmorra es puro surrealismo.
Sí, es surrealismo, pero Dalí me gustaba mucho como escritor, su pintura no me interesaba tanto. Fui más de Picasso.
Pero cuando he empezado a trabajar en esto y le he dedicado mucho
tiempo a sus obras he visto que es un gran pintor. No lo sabía, pensaba
que fue un gran poeta y escritor que utilizaba la pintura como otro
medio. Pero no, fue un gran pintor y un gran dibujante. Y eso lo
descubrí el año pasado, no lo sabía.
¿Cómo se os ocurrió a Trondheim y a ti crear la serie de La mazmorra?
Estuvimos en el mismo estudio, y siento fascinación por sus dibujos. Son únicos, infantiles, humorísticos… me gustan tanto como Los Simpson. Empezamos a trabajar juntos y al principio La mazmorra fue algo muy pequeño, pero creció. Cuando empezamos éramos underground, alternativos, y cuando íbamos a ver a editores nos decían que éramos mainstream.
¿Cuál es tu personaje favorito?
Marvin, el conejo rojo.
En 2010 el blog de la editorial Norma avanzaba la posibilidad de que Vuillemin participara en un álbum de La Mazmorra. ¿Qué pasó?
Se lo preguntamos, dijo que sí y no lo hizo. Mike Mignola dijo que sí y no lo hizo. Dave Cooper también… Muchos dibujantes dijeron que sí, lo intentaron y no lo hicieron. La mazmorra son álbumes como los de Astérix o Tintín, muy técnicos. Dibujar eso no es solo placer, es trabajo.
Judíos y gas son elementos difíciles de combinar en un chiste. ¿Qué opinas de Hitler=SS? ¿Crees que hay que poner límites en el cómic?
No, se puede hacer broma de cualquier cosa. Me gusta mucho Hitler=SS.
Me gusta la provocación y todo tipo de humor. Me gusta reírme de todo,
pero con la gente. No es burla. Es muy difícil porque en nuestros días
no se puede decir nada. Con cualquier cosa que digas sobre las etnias o
las religiones vas a ofender. Es terrible, porque un escritor o
dibujante necesita ser totalmente libre, ya que no tienen ni idea de qué
van a dibujar a continuación, y si le prohíben algo eso va a ser lo
único que le venga a la mente. Como un niño. Pero no se trata de
prohibición, sino que es cuestión de sentir si lo que haces está cargado
de odio o de risa. Es una cuestión íntima, no es para que la resuelva
la policía.
Me hizo mucha gracia que, en broma, quisieras presentarte al concurso de la mejor viñeta contra los judíos.
Irán convocó un concurso para buscar las mejores viñetas antisemitas.
Catorce mil euros al mejor dibujo antisemita.
Claro, y dije: «¡Quiero participar!».
Fulgencio Pimentel ha editado tres volúmenes integrales preciosos de Vampir y Pequeño Vampir. ¿En qué te pareces a Vampir?
Cuando trabajo para niños es más importante que cuando lo hago para adultos. Estoy trabajando en nuevos tebeos de Pequeño Vampir que se van a publicar en Francia en mayo. Y además otro tebeo de Aspirina, ciento treinta y cinco páginas solo para ella.
¿El gato que sale es el del rabino?
Sí. Al principio del tebeo era un gato
imaginario, pero después fue apareciendo el gato del rabino en el
dibujo. Pensaba que nadie se iba a dar cuenta, pero todo el mundo me
habla de ello. Jacques Tardi dijo que un personaje de tebeo debe nacer en el tebeo y cambiar de una página a la siguiente.
Tengo entendido que vas a rodar una película de Pequeño Vampir.
Sí, llevamos trabajando más de un año y
la peli se estrenará dentro de un año y medio. Es animación tradicional,
como el Disney clásico. El mismo equipo de El gato del rabino.
A El gato del rabino le faltaba algo de movimiento. ¿Era un tema presupuestario?
No teníamos más dinero. [Risas]
Y movimiento y dinero tienen mucho que ver. Pero creo que va a quedar
muy bien. También estamos trabajando en una película con actores reales
de El gato del rabino.
En Francia todo el mundo lo conoce.
Sí, por eso nadie puede decir que sea un país antisemita. [Risa]
Hace poco nos sorprendiste en Facebook con un cover de The Punisher. ¿Cuándo vamos a ver ese cómic?
Me encantaría. Yo leo muchos más tebeos
americanos que europeos, y cuando me pidieron la portada la hice, y me
gustó mucho. Tengo libros traducidos que se venden muy bien en Estados
Unidos, fui dos veces best seller del New York Times, pero en tiendas generalistas, como Barnes and Noble. Están el Pequeño Vampir, El gato del rabino, El principito, La mazmorra… pero están en Barnes and Noble, en las tiendas de cómic los tienen en un rincón. Y me gustó tanto hacer The Punisher
que le pedí a un par de amigos que se lo dijeran a Marvel, porque es un
modo narrativo muy excitante, y me gustaría mucho hacerlo porque no es
lo que la gente conoce.
Dos dibujantes judíos crearon
Superman, uno creó Batman. Will Eisner, Jack Kirby y muchos más también
eran judíos. ¿Cómo ha influido e influye la cultura judía en el
desarrollo del mundo del cómic?
No me gusta ese tema, pero lo puedo
entender. En Estados Unidos hay una conexión muy fuerte entre los cómics
y los exiliados europeos. Hay algo de lo que no se habla sobre lo del
Capitán América yendo a la guerra y otros parecidos, y es que no es
propaganda nacionalista proguerra, porque se hicieron en un momento en
que Estados Unidos no estaba en guerra con Alemania, se hizo para
despertar una conciencia sobre lo que pasaba en Europa, tienen un rol
político. Hay una novela que me gusta mucho: Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay. Es la historia de Will Eisner y Jack Kirby,
aunque en la novela les cambian el nombre. Y a uno lo hacen gay, porque
necesitan a un judío y un gay en la misma historia. La historia es
maravillosa y es exactamente sobre eso: no eres un superhéroe, pero lo
vas a inventar. En Francia comunistas y católicos se unieron en 1949
para promulgar una ley que vetaba el cómic americano en el país. Ayer
tuve una reunión con Jacques Glénat, un importante
editor francés, y me habló de Japón, Estados Unidos y Europa, y dijo
algo que me sorprendió pero con lo que estoy de acuerdo. Dijo que hay
tres grandes voces en el mundo del cómic: Japón es una voz animista,
Europa es una voz cristiana y Estados Unidos es una voz judía. Si lo
hubiera dicho sobre cualquier otra cosa se lo habría discutido, pero
referido al cómic estoy de acuerdo.
¿Por qué tiene tanta dificultad de penetración la Banda Desinee en EE. UU. y no al contrario?
Primero, porque a nosotros nos encanta
leer a otra gente, y a los estadounidenses solo les gusta leer a
estadounidenses. No tienen ninguna curiosidad. Y además hay un problema
formal. El gran álbum europeo no es lo que buscan, quieren algo que se
puedan meter en la mochila. Si trabajáramos en ese formato tendríamos
más opciones.
Lo más europeo, por absurdo y fantasioso, que viene de EE. UU. es Vaughan. Lo descubriste en 2013 con Saga. ¿Qué te parece su trabajo?
Vaughan tiene el mismo poder de fascinación sobre los lectores como cuando teníamos tres o cuatro años.
La dibujante de Saga es Fiona Staples, ganadora del Premio Hugo a la mejor novela gráfica.
Además, desde el 2009 al 2016, cinco de los ocho guionistas ganadores
eran mujeres. ¿En Europa no hay talento femenino en cómic?
Sí lo hay, pero no ganan premios.
¿Por qué?
Porque Angulema está lleno de capullos.
Hay un montón de autoras. Pero es que no deberíamos ni planteárnoslo,
cada vez hay más y más mujeres que leen cómic, que hacen cómic… el único
sitio en el que aún no verás nunca a una mujer es en una competición de
Warhammer, en las Games Workshop. Es un sitio aún vetado a las mujeres.
Pero, excepto eso, encuentras mujeres en todas partes.
Participaste en el boicot a Angulema por la exigua presencia de candidatas femeninas a los premios. ¿Ha mejorado la situación?
Sí.
¿A qué autoras sigues?
Nunca me voy a preocupar de si el autor es un hombre o una mujer. Pero creo que el trabajo que hace Pénélope Bagieu con Culottées es fantástico. Cuando un hombre es fuerte se dice que es cojonudo, y cuando lo es una mujer se dice culottée.
Pues ella ha hecho dos libros en los que hace minibiografías de
heroínas femeninas del siglo XX que la gente no conoce porque no nos
interesamos por los destinos de las mujeres. Son unos libros muy
feministas y muy profundos. Y me gusta que los grandes libros sean
tebeos. No puedo nombrar una novela tan interesante como estos cómics
que trate este tema.
¿Qué obra tuya (novela, cómic o película) recomendarías?
El gato del rabino. El público
es más importante que el autor. Si la gente se decanta por una obra es
que esa es la más relevante, aunque el autor no lo haya hecho a
propósito. Siempre tienes que apostar por lo que ha funcionado.
F:http://www.jotdown.es/2017/03/joann-sfar-dibujar-leer-hablar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario